miércoles, 2 de febrero de 2011

Teléfonos móviles vs cartas

El móvil, (teléfono móvil o celular) es un elemento vacío y pertenece, por tanto, al paisaje general y más completo del universo de los no-lugares. Un móvil no te comunica con nadie ni nada, solo con el sonido lejano de alguien, con el casi nadie de alguien.

Podemos decir que el móvil deshumaniza el contacto humano que supone cualquier relación. Que la voz de tu amada aparezca por el audífono de tu teléfono no supone en ningún caso un "milagro en suspenso", un florecer sostenido. Y no sucede esto porque las capacidades de un móvil abarcan casi el límite de la comunicación y no dejan nada más. Me explico. Cuando llamas por teléfono móvil, el porcentaje de éxito de la transmisión del mensaje es muy alta, no hay incertidumbre que provoca sentimiento. La incertidumbre y la probabilidad no tienen cabida y por tanto tampoco lo tienen los "milagros en suspenso".

La ausencia de tecnología, (o al menos la tecnología más física y real) suele dar resultados más imprecisos pero también más vitales y milagrosos, ¿Podemos comparar la espera de una carta con la fría inmediatez de una llamada o un mensaje?, ¿Podemos comparar el sonido predefinido de una llamada perdida con el primer contacto de una carta que acabas de recibir?



sábado, 8 de mayo de 2010

La paradoja de las cafeterías

Pese a encontrarse en todo el mundo, y pese a que tienen características similares a los no-lugares antes mencionados, las cafeterías no son, en ningún caso, lugares comunes. Los cafés tienen historia, claro que si. Cada metro y silla de cualquier café, ha sido experimentado por el trato humano, y por ello, se han humanizado. Quizá en esta aclaración podemos ver una de las deficiencias de los no-lugares.

La relación existente entre estos no- lugares y las personas es que apenas se da este contacto humano que hemos mencionado que si que existe en las cafeterías. Las situaciones en los no-lugares no permiten que los lugares se humanicen. Todo es express, rápido y volátil. Todavía no hemos tenido tiempo de crear un aeropuerto o un Mc Donald literario. Todo llegará.

Y es por esa razón que los cafés tienen vida. Las tazas humeantes, y el reposo necesario para poder abordarlas hacen que tengamos que levantar la mirada y esperar. Puede pasar que pretendamos ser demasiado “express”, demasiado rápidos en el arte de beber te o café y por eso, cuando intentamos beber antes de tiempo, la enorme sabiduría almacenada de los cafés, hace que nos quememos y tengamos que esperar. Y al quemarnos, y tener que esperar, nos damos cuenta que este proceso, este enhebrar movimientos lentos y delicados, hace que definitivamente en las cafeterías hay vida, y en las autopistas no, por ejemplo, por mucho que Cortázar haya intentado convertirlas en otra cosa, algo así como un monstruo relleno de personas enlatadas, en coches, pero no, aún no hay humanidad pese a Cortázar. Para reflejar un poco mejor lo que quiero decir, voy a valerme de una genial enumeración de los cafés que el escritor Enrique Vila-Matas conoció en París,

“el Café de la Paix, por ejemplo, junto a la Ópera, donde un día un extraño vecino de mesa intentó convencerme de que a mi físico le sentaría bien una chaqueta idéntica a la que lucía Yves Montand en su última película; el Café de Flore, donde trabé una fugaz conversación con Roland Barthes, que me contó que, después de treinta años de ser cliente del bar, la cajera del local le había visto por la televisión y se había enterado de que era escritor y le había pedido un libro dedicado y él había decidido –puesto que ella le había visto en algo tan visual como la televisión- regalarle L´empire de signes, el único libro de los suyos que estaba profusamente ilustrado; el Café Blaise, donde me hizo efecto un LSD de notable potencia y por muy poco no fui asesinado por una novia muy malvada; el Café Aux Deux Magots, donde sin venir a cuento el arquitecto Ricardo Bofill me dijo no sé cuántas veces que era muy fácil destacar en Barcelona pero muy difícil -<>, repetía todo el rato – triunfar en París; el Café La Closerie des Lilas, donde adquirí la costumbre de sentarme en la mesa en otro tiempo habitual de Hemingway y es escaparme siempre sin pagar; el Café Bonaparte, donde en compañía de Marie-France (travesti a lo Marilyn Monroe que estaba rodando conmigo Tam-Tam, una película underground de Adolfo Arrieta) vi con asombro cómo un loco furioso entraba con un martillo en el local y elegía al azar a uno de los clientes para asestarle un contundente golpe en el cráneo que le dejó tieso y muerto; el café que está cerca del cruce entre la rue du Bac y el boulevard Saint-Germain, donde Perec recomendaba sentarse para observar la calle con un esmero un poco sistemático y anotar lo que viéramos, lo que nos llamara la atención, obligándonos a nosotros mismos a escribir [1]>.

Con esta perorata quiero mostrar cómo este tipo de experiencias solo se pueden experimentar en un contexto de historia, de vida, como es el bar y las cafeterías.



[1] VILA-MATAS, Enrique: “París no se acaba nunca”, Anagrama, Barcelona, 2003, p.37-38.

jueves, 5 de noviembre de 2009

RAPIDEZ Y VIRTUALIDAD

Otra de las causas, aparte de la homogenización, es la creciente virtualización de la sociedad y de su capacidad de transporte. Al igual que mencionamos anteriormente, la expansión del modelo capitalista a nivel mundial hizo que las sociedades se igualares y tomaran características comunes. Una de estas características más relevantes, al menos para este estudio, es la capacidad de movilidad de las clases medias. A finales del siglo pasado, se pudo apreciar ya claramente, que los adelantos tecnológicos podían ser disfrutados por todos. Esto hizo que no solo una élite de personas adineradas pudiera moverse con facilidad. A partir de este momento, personas de recursos medianos, iban a poder moverse fácilmente a través de su coche, su autobús, y sobre todo el avión.

Este fenómeno, hizo que se crearan zonas intermedias despobladas y desangeladas. Zonas de paso. Y ahí es cuando surgen, verdaderamente, los no-lugares de Marc Augé. Son producto del movimiento constante y generalizado a nivel mundial.

martes, 20 de octubre de 2009

Elementos

*Elementos:

La hegemonía capitalista occidental ha provocado una homogeneización de buena parte de los contextos de los países desarrollados. Ejemplos de esta homogeneización son:

- Aeropuertos.

- McDonalds y Burger King.

- Bolsas de plástico.

- Pizza y pasta.

- Autopistas.

- Hoteles y hostales.

- Calles principales de las ciudades más grandes.

Pero no solo el entorno urbanístico-utilitario es homogéneo. También lo son útiles diversos como las bolsas de plástico, pizza y pasta, y la alta tecnología.

viernes, 16 de octubre de 2009

Maneras tontas de esperar.*

Instrucciones inútiles para esperar en los no-lugares.



Todo vienen siendo remedios tristes,
Tazas de café,
Las maneras de esperar más tontas del Mundo
Vienen siendo vasos medio llenos
Como consuelos infalibles, o elixires de la felicidad,
Una puertita por la que se libera la nostalgia;

Todo acaba por ser un laberinto,
Un cansancio acumulado entre calles y puentes
Que separan las cosas;

Y creo recordar que dí todo lo que tuve, pero a veces
Los ríos metafísicos no son suficiente
Y lo único que queda es abrir las manos,
Dejar caer las cartas que escribí, encender un cigarrillo,
Por si así, por si acaso,
Y todo es un andén terrible de estación,

Y la felicidad es un juguete roto,
Una pista, una huella:

Las maneras de esperar más tontas del Mundo.

jueves, 15 de octubre de 2009

Homogeneización

Los no lugares y sus correspondientes divagaciones

HOMOGENEIZACIÓN

Quizá fue después de la segunda guerra Mundial, o quizá después. Lo que es evidente es que desde la segunda mitad del s. XX, ha habido en el otrora denominado bloque capitalista, una homogeneización y una mutación de los sectores estratégicos de la cultura y la sociedad. Ambos son derivados, en última instancia, de los patrones capitalistas globales. El único enemigo verdaderamente relevante en este tiempo, fue el comunismo soviético. La URSS, junto a sus países satélites y afines, hizo de presa frente a este desborde de capital e influencia en la cultura global.

Pero una vez derrotado el “enemigo rojo”, la industrialización, el beneficio, y la producción en masa pudieron expandirse a su antojo por encima de naciones, personas y culturas.

Grandes multinacionales apuntalaron definitivamente sus imperios en esta época, para, desde entonces, no dejar de expandirse geográfica y potencialmente hasta llegar a sus máximos en los últimos años.

Y lo que queda, entonces, de esta mencionada expansión mundial, es una homogeneización mundial sin precedentes en contextos cotidianos de la mayoría de la población mundial. El antropólogo francés Marc Augé, acuñó el término hace años para denominar a estos espacios que no son “lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como lugares”.